Hay una infancia negada, «los derechos de los niños son pisoteados todos los días», dijo el pontífice.
En sus palabras fluyen las imágenes de los niños que murieron bajo las bombas, de los que cayeron durante las travesías marítimas, de los que sufren hambre, de los que son explotados y sin educación.
Todo esto «no es aceptable y debemos resistir la habituación», dijo Francisco, anunciando finalmente su documento sobre el tema, que podría tomar la forma de una carta encíclica o una exhortación apostólica.
Junto al Papa estaban los líderes mundiales, desde la reina Rania de Jordania hasta el ministro del Exterior italiano Antonio Tajani, desde Al Gore hasta Mario Draghi, desde la senadora Liliana Segre hasta el padre Ibrahim Faltas. Una red de diferentes orígenes, incluso religiosos, en nombre de una nueva alianza. El tema también llegará a la mesa del G20 en Sudáfrica.
La Santa Sede pone a los niños en el centro y no oculta los problemas que han surgido con la pederastia pero «la Iglesia, a pesar de las deficiencias y la fragilidad de algunos de sus miembros, está siempre comprometida con la defensa y protección de los derechos de los niños», recordó el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, al dar la bienvenida a los participantes.
«La infancia negada es un grito silencioso – dijo el Papa al abrir el encuentro – que denuncia la inequidad del sistema económico, la criminalidad de las guerras, la falta de atención médica y de educación escolar. La suma de estas injusticias pesa especialmente sobre los más pequeños y más débiles».
Luego se refirió también a las nuevas amenazas a los derechos de los niños que provienen, por ejemplo, de las primeras decisiones del nuevo presidente estadounidense Donald Trump. Francisco mencionó, por tanto, «a los niños indocumentados en la frontera con Estados Unidos, las primeras víctimas de ese éxodo de desesperación y de esperanza de miles que se elevan desde el Sur hacia Estados Unidos».
El ministro Tajani también habló de los inmigrantes, relanzando su «batalla personal» por el «ius scholae» (antigua vía de acceso a la ciudadanía italiana, que busca que los hijos de inmigrantes nacidos en la nación europea, sean reconocidos como comunitarios tras cumplir un ciclo escolástico completo).
«Espero que mi pensamiento pueda convertirse en una prioridad en el país» porque «después de diez años de escuela, los niños que no nacieron en nuestro país, a fuerza de vivir con nosotros se han convertido en ciudadanos italianos como todos nosotros», dijo.
Por tanto, la redención proviene precisamente de la educación, como señaló el ex primer ministro italiano Mario Draghi.
«Invertir en las escuelas, de forma inteligente y con visión de futuro, es el primer acto de responsabilidad de una sociedad que realmente quiere amar y proteger a sus niños», afirmó, recordando que su gobierno, en medio de la pandemia, se propuso un regreso seguro a la escuela «incluso en contra de los consejos de muchos científicos».
El testimonio de Liliana Segre parte de la escuela prohibida ya que debido a las leyes raciales vio la puerta cerrada para ella. Pero la senadora vitalicia, sobreviviente de un campo de concentración, pidió hoy no hacer distinciones entre los niños.
«Si sólo nos pusiéramos del lado de algunos niños, olvidándonos de los demás, los traicionaríamos», afirmó.
La organización del evento estuvo coordinada por el Consejo Pontificio para la Infancia presidido por el sacerdote Enzo Fortunato.
«Partamos de estas pequeñas gotas, para convertirnos en un mar que barra la inequidad que quiere explotar, abusar y destruir la vida de los más pequeños», concluyó el franciscano.